Un respetable ciudadano es asesinado en Nápoles. El juez Spiccaci, encargado de la investigación, descubre que la víctima, un hombre de inofensiva apariencia, pertenecía a una vasta organización criminal que domina Nápoles. Las fuertes presiones que Spiccaci sufre por parte de importantes personalidades del mundo de la política y de la aristocracia, implicadas en el caso, e incluso por parte de los familiares de la víctima, están a punto de hacerlo claudicar. Sin embargo, tras la inesperada muerte de una persona inocente, se convence de que debe llegar al fondo de la investigación, aunque para ello sea preciso procesar a la ciudad entera.