Después de la detención del asesino, parece que Marina tiene que renunciar para siempre a sus sueños de ser policía, pero gracias a Castaño el caso se vuelve a reactivar. Los dos concluyen que el auténtico asesino sigue suelto y el policía le propone un plan para atraparle: hacer una fiesta de máscaras para clientes de La Casa del Agua.