En la víspera de la Segunda República, las Islas Occidentales muestran un panorama político dividido, con Santa Cruz de Tenerife destacando por la fuerza del Partido Radical de Alejandro Lerroux y la influencia creciente del anarquismo y comunismo, especialmente en La Palma. Mientras el voto urbano se inclina por los republicanos, los monárquicos aseguran el control en el voto rural. La crisis económica y los conflictos sociales intensifican las tensiones, reflejando el descontento en el sector platanero y llevando a un enfrentamiento que marcará el preludio de la guerra civil. En medio de esta agitación, las historias personales también se entrelazan con el contexto político, revelando las dificultades y cambios en la vida cotidiana.